Quinta Parte
"El corazón no engaña" se dice a sí misma mientras su mente intenta comprender todo lo sucedido hasta ahora. Él, el amo del Erebo, la observa con su hermosa pero maliciosa sonrisa y en un acto que se podría decir de burla, se acerca a Lizz colocándose frente a ella y le ofrece la mano para ayudarla a ponerse de pie.
Lizz se queda viendo esa masculina pero hermosa mano por unos segundo hasta que decide tomarla. Desde hace mucho debate aquel sentimiento pensado como lealtad pero que ahora toma su verdadera forma que rápidamente cambia a algo oscuro e iracundo.
La escena que se observa entre esos dos personajes en la inmensidad de la oscura soledad de ese rincón del Tártaro, es privada pero observada por el destino. El viento frío recorre el lugar como quien intenta romper la magia con crueldad y malicia. Hades, sin saberlo o al menos sin querer admitirlo ha despertado en su frío y muy bien blindado corazón, un pequeño universo, como si fuera un big bang interior. Una pequeña chispa se enciende de sentir, como si fuera humanidad lo que recorre sus venas. Cierto… ¿quién podría pensarlo? Pensar que el dios de la muerte amara a alguien. ¿De manera incestuosa? Oh que crueldad sería aquella pero después de todo los dioses no se rigen por los principios establecidos por los humanos que deambulan y matan el planeta llamado Tierra. El cruel destino de Lizz que se refleja en sus ojos le lastima y de repente su mano ya no es fría y ella, su amada hija, siente dentro de sí el arder de su existencia y el remolino de heridas que se desgarran abiertas y comienzan de nuevo a desangrar su alma.
En cambio Hades, el amo del Erebo cede ante un impulso que responde a un susurro del pasado, uno que también ha sonado y hecho eco en Ádofos el Errante. Lizz recibe lo inesperado… un abrazo lleno de lo que hace unos segundos no existiera y dentro de ella tan sólo aparece el llanto que pronuncia ahogado el nombre de “Soria”; y es entonces que un recuerdo parte su mente como un rayo y sacude su existencia con violenta crueldad. Él, su padre, ha manejado su vida tan sólo para placeres de su retorcida y egocéntrica existencia.
En su mente no hay más que la razón que cae por encima de sus sueños y deseos, aplastándolos sin misericordia y dejando muy en claro que un dios no es capaz de amar por encima de sí mismo y mucho menos a un ser por debajo y que ha crecido con la humanidad en su corazón. Una humanidad que desde sus comienzos han juzgado como defectuosa, imperfecta e indigna.
Y entonces… la ira la inunda y ahoga con el sin sabor de la venganza.
Mientras tanto en el Río Estigia o más conocido como La Ciénaga del Estigia….
Soria decide que ya ha sido suficiente. No está seguro pero comprende que el tiempo en el mundo de los muertos no transcurre como en el mundo de los vivos. Teme que haya ya perdido la posibilidad de poder encontrar rastro o pista alguna de su amada Amelia. Sin embargo entiende que a Moga sólo se le puede endulzar el oído con palabras deliciosas que alimenten su eterna búsqueda de lo que pueda ser de su conveniencia frente al amo de ese mundo o para los propósitos que su mente retorcida puedan crear para su propio beneficio.
“Vamos chico, no puedes detenerte ahora. Cuéntame más sobre la hija de Iliabeth de Alraune.”
Soria deja escapar un suspiro que le da algo de tiempo para decidirse a poner en marcha el plan que ha maquinado en tan pocos minutos.
“Sabes de quién he hablado entonces, más yo la conozco con el nombre de Amelia, aquella que portara el manto de Megrez Delta en las tierras que me vieron nacer y morir. Las hermosas y crueles tierras de Asgard”
En su mente, Moga saca las conclusiones que debe sacar y cómo lobo que ha ya detectado a su presa y que se presta a cazarla, el espectro le da dos fuertes palmadas en el hombro a Soria dando por terminada su libertad.
“¡Ja! Muchacho ya sé de quién hablas pero tenemos un pequeño problema. Verás… me temo que ya tu hasta ahora divertida lengua, no tiene nada más nuevo que decirme. Así que debo de cumplir con el mandato del amo de este lugar y llevarte ante Tánatos y que sea él, el encargado de pasarte juicio como a todos los demás.”
Soria pasa un trago de agua con suma dificultad por su garganta, sintiéndola como una enorme bola que baja con cruel intención de hacer estallar su esófago por la tensión que éste muestra en ese momento por sentir que podría cesar su “existencia”. Sin embargo, Moga ha caído y de manera tonta, pues no se ha fijado más que en lo que su angosta mente le ha dejado ver. La muerte no alcanza a Soria. De nada le podrá servir llevarlo ante Tánatos. No es un alma que camina sin dominio propio siguiendo lo dictado en el Erebo, muy al contrario, es ahora una extensión de Ádofos, aquel que fuera condenado a la eterna vida humana.
“Si ya lo sé, pero esperaba que me dejaras contarte el resto de lo que sé, has sido muy amable conmigo a pesar de ser un alma prófuga en tierras de tu amo.”
Moga se queda pensativo ante las últimas palabras del joven y se lleva una mano a la barbilla masajeándola un tanto al tiempo que su corta mente procesa la información.
“Sabes quién es su madre, pero aún no quién su padre.”
Moga se le queda viendo fijamente y Soria toma un largo trago de agua cristalina que saborea cómo si fuera un vino de la mejor cosecha. El pez ha mordido el anzuelo pero se guarda muy dentro de sí la enorme sonrisa que amenaza con asomarse en su calmo rostro. En cambio, el espectro deja ver su curiosa y maliciosa sonrisa que muestra su nuevo interés en saber a qué se refiere.
“Ah vamos, no soy tonto. Su padre es de Asgard, eso todos los sabemos. El intachable antes caballero Megrez Delta.”
Soria se pone de pie y niega con un movimiento de su cabeza, lo dicho por el espectro. Moga lo observa en total silencio y a la expectativa. Se nota como la impaciencia y curiosidad comienzan a darle ese brillo característico a sus ojos.
“Entonces, si él no es su padre, ¿quién lo es?”
Soria le sonríe mientras toma el restante del agua.
“Eso es algo que dejaré saber en el momento que pueda posar mi mirada en sus ojos. Entonces, y sólo entonces dejaré saber quién es su padre y créeme Moga. Tu y todo el Erebo se sorprenderán de mis palabras.”
Moga aprieta su mandíbula y hace crujir sus dientes. Se da cuenta que ha caído víctima de su propio juego. Si hay algo más poderoso que su enfermiza maldad, es su curiosidad. Aunque lento y tonto cae en cuenta que si es verdad lo dicho por el chico, podría ganar algo después de todo y si no es cierto, podría darle fin a Soria de manera cruel o simplemente dejarlo a mitad del Estigia como una más de las almas que luchan incesantemente por salir sin poderlo lograr, ahogándose una y otra vez dolorosamente.
Eso por supuesto ha pasado ya por la mente de Soria también, pero como su supervivencia está “asegurada” mientras no corten su cabeza, por decirlo así, decide que debe jugarse el todo por el todo. No puede ni debe menospreciar a un espectro sobre todo estando en su territorio el cual es un total misterio para él.
“Entonces… ¿qué has decidido Moga? ¿Accedes a llevarme ante Amelia y escuchar la total verdad sobre sus orígenes, o al contrario, me llevarás ante Tánatos para ser juzgado y destinado a un lugar del Erebo?”
En un movimiento que no esperaba Soria, Moga se desplaza hacia él con increíble velocidad tomándolo por el cuello y alzándolo en el aire apretando con suma fuerza su garganta. Soria lucha por respirar, intentando hacer llegar aire a sus pulmones, teniendo suma dificultad en ello.
Y entonces en un santiamén se ve transportado en la barca a través del Estigia y luego atravesando el Erebo a increíble velocidad siendo sostenido por el cuello casi casi de manera asfixiante, hasta un paraje totalmente aterrador… la octava fosa del Malebolge.
Al llegar ahí se encuentran ambos con una escena poco común. Aquella que quizás sólo ha sido limitada a las sagradas habitaciones de aquel lugar donde habita el amo del Erebo. Éste tiene entre sus brazos a Lizz, en un abrazo muy personal y comprometedor. Es entonces que Moga, quién aún sostiene por el cuello a Soria, se queda boquiabierto exhalando todo el aire de sus pulmones para luego llenarlos de nuevo haciendo un extraño sonido que entonces y sólo entonces es ahogado por el golpe del pobre de su prisionero al caer como bulto al suelo luego de ser liberado de su fuerte tormento.
Hades, voltea su mirada hacia el espectro, atravesando su ser con la pura ira de su mirada. Moga sintiendo como el miedo cala en su alma torpemente intenta disculparse ante su inoportuna llegada.
“Pe…pe… perdón mi señor. Le he interrumpido sin pensarlo, sin embargo es para traerle al fugitivo que tanto se anda buscando.”
Soria se pone de pie. Su mirada fija en aquellos dos que se abrazan frente a él. Hades entrecierra sus párpados detallando con sus ojos la figura de hombre gallardo, de tez blanca y cuerpo atlético y musculoso, de cabello negro como el azabache y que ahora tiene según su fallecida espectro, el destino del señor del Erebo entre sus manos.
Entonces Moga canta a los vientos fríos del reino de los muertos el nombre del recién llegado.
“Dice llamarse Soria y busca a la que antes llevara el nombre de Amelia.”
Los ojos de Lizz se abren cual platos, su cuerpo entero se estremece y su corazón late desmedidamente amenazando de nuevo con salirse de su pecho.
“Él está aquí.” Alcanza ella a decir mientras se siente prisionera entre los brazos de Hades.
No pasa mucho antes de que el amo del Erebo libere a su amada hija del tierno abrazo y de un par de pasos en dirección a Soria. En cambio Lizz parece haberse paralizado y se queda de pie con su mirada fija en Soria.
El joven no muestra temor ante el amo de la muerte. Al contrario parece no querer tomar en cuenta su presencia y solo fija su mirada en Lizz, en sus ojos que no lo pueden engañar. Al fin, frente a él, se encuentra su amada Amelia. El inocente joven intenta acercarse a ella pero Lizz retrocede horrorizada ante la idea de que su amado Soria vea en lo que se ha convertido.
“No… no te me acerques. Deberías temerme Soria… qué… ¿qué diablos haces aquí?”
Hades disfruta la escena mientras Moga, de manera cobarde intenta deslizarse sin ser visto por detrás de las rocas intentando huir pero el brazo de su amo es más largo, rápido y fuerte que su necesidad imperante de salir de ahí. Entonces Moga es tomado por el cuello y alzado mientras su cuerpo no se resiste y se ve colgando cual muñeco de trapo.
“¿A dónde crees que vas Moga de Licaón? ¿Acaso no estás feliz de ver a tu amo y señor? Jajajajajaja eres como siempre una simple rata cobarde. Merito te doy por traérmelo y por eso tendrás tu recompensa.”
Los ojos de Moga se llenan de lágrimas de alegría, ilusión y esperanza. Y entonces se atreve a hablarle a su amo.
“¿Moga tendrá su balsa y remos nuevos amo? Moga hace mucho las ha solicitado para mejor control de los intrusos.”
De repente Hades lo suelta y el oscuro caballero cae de nalgas al suelo dando un fuerte golpazo.
“Si, tendrás tu tonta e inútil balsa y remos nuevos. Ahora vete que estorbas y exasperas a tu amo con tu sola presencia.”Ni corto ni perezoso Moga emprende la huida.
Soria extiende su mano hacia Lizz “No tengo porqué temerle a la única mujer que he amado y amaré en toda mi eternidad.” Y es entonces que Lizz extiende su mano intentando alcanzar la de Soria pero en ese preciso instante siente como su padre lanza un golpe contra su pecho que la lanza violentamente hacia atrás haciéndola chocar contra las rocas unos 10 metros atrás. Frente a Soria se planta imponente el amo y señor del Erebo mientras Lizz intenta reponerse del golpe sufrido con el temor de que Soria sea dañado invadiendo hasta la última fibra de su ser.
Mientras Soria ilusamente o quizá cegado por el amor y la desesperación, intenta rodeas a Hades e ir en auxilio de Lizz; pero no le es posible. El amo del Erebo le lanza un golpe en el pecho estrellándolo contra el piso prácticamente dejándolo incrustado en el suelo. Lizz instintivamente se levanta y a velocidad impresionante va por Soria tomándolo por los hombros y sacándolo del alcance de Hades quién a esas alturas está riendo divertido ante tal espectáculo mientras va dejando estallar su cosmos volviendo el entorno algo aterrador y peligroso para ambos.
Soria a duras penas puede moverse, el golpe ha roto casi la totalidad de los huesos en sus extremidades inferiores y superiores. Lizz lo acuna e intenta protegerlo lo mejor que puede intentando acomodarlo a resguardo para ella enfrentarse contra su padre.
“Amelia por favor no lo hagas. Yo estaré bien. Tan sólo larguémonos lejos donde nadie pueda encontrarnos y seamos felices. Debes saber algo sobre mi…”
La espectro no presta mucha atención a Soria y se enfoca en no dejarse vencer pese a lo aplastante del cosmos de su amo, y entonces deja a Soria antes de que él le confíense de su nueva vida y logra plantarse frente a Hades en pose de ataque y va incrementando su cosmos para contrarrestar el de su ahora enemigo.
“Pude haber perdonado todo lo que has hecho de mi vida pero ahora con esto conocerás mi furia. Tú no eres mi padre… ¡mi padre es aquel guerrero legendario Megrez Delta y tu ni siendo un dios le llega a los talones!”
Hades la ve fijamente a los ojos viendo como estos comienzan a encenderse.
“¿Alzarás tu puño contra mi tu amo y señor?... ¡JA! Por lo visto tengo a una sentimental y estúpida por hija. Si bien te place morirás junto con este gusano que no vale ni el polvo en que se convertirá.”
El Erebo se estremece por completo, las almas se aterran y buscan asilo de la ira del amo de la muerte. Sus fieles acuden ante él para el buen resguardo de su señor, pero éste les pide no se metan pues una simple estrella celeste de la soledad no podrá contra él.
El bufido de una enorme bestia se escucha al rededor de Lizz mientras la ésta que representa su constelación, el behemoth, comienza a materializarse frente a ella.
“No importa a quién deba derrotar para poderlo salvar. ¡Tú no eres impedimento alguno para mí!”
Lizz y Hades frente a frente… padre e hija lucharán cada uno por el deseo de su corazón. Uno desea tan sólo el control y dominio sobre lo que considera suyo y la otra lucha por aquel que la ama a tal grado de haber llegado al mismo inframundo en su búsqueda.